El modelo de negocio de la transferencia de tecnología ha girado tradicionalmente en torno a las patentes, cuya solicitud y mantenimiento, como es sabido, puede suponer un coste muy elevado. Esto ha sido motivo de crítica hacia las oficinas de transferencia, que han sido y son vistas como estructuras deficitarias y que funcionan mal o, sencillamente, no funcionan.
La presión por paliar ese déficit ha fomentado a su vez que las oficinas de transferencia se centren en licenciar resultados de investigación, sea como sea y con la esperanza de que alguno de ellos resulte ser un bombazo y permita compensar sus cuentas. Se trata de un modelo que a todas luces no funciona, y que con frecuencia genera desconfianza entre empresas, inversores e incluso investigadores.
En consecuencia, cada vez más universidades y centros de investigación están cambiando su aproximación al problema de la transferencia de tecnología. De un planteamiento centrado en las patentes y otros derechos de propiedad industrial e intelectual, y en el que la tecnología se transfiere, sin más, se está evolucionando hacia a otro en el que en el desarrollo de negocio y el emprendimiento tienen un peso tan importante o más que la tecnología en sí misma.
Un caso particularmente llamativo es el de la Universidad de California en Merced, que decidió cerrar su oficina de transferencia de tecnología y establecer en su lugar una oficina de desarrollo de negocio, que asumió y amplió las funciones de la anterior.
The Office of Business Development works with university researchers, entrepreneurs, governmental agencies, industry and community partners to create new opportunities, and uses commercialization to create win-win outcomes that benefit society.
«Cerramos la oficina de transferencia de tecnología porque estaba formulando una pregunta equivocada. Todavía usamos la propiedad industrial con fines comerciales, pero nuestra primera pregunta ya no es sobre patentes. Preguntamos: «¿Qué estás haciendo, y cómo podemos ayudarte?» Es una gran pregunta, porque podemos hacérsela a todo el mundo» señala Peter Schuerman, vicerrector de UC Merced y director de la nueva oficina, cuya misión se centra en «el desarrollo económico y la creación de empleo» a fin de «mantener la excelencia en investigación y educación«. Enfoque que se ajusta, además, a la concepción cada vez más generalizada de la investigación y la innovación como inputs del crecimiento económico.
Desarrollo de negocio y de tecnología
Un ejemplo más cercano es el de la oficina de transferencia del Centro de Regulación Genómica (CRG), que ha estrenado recientemente nueva imagen y sitio web, bajo la denominación de Technology and Business Development Office (TBDO).
Empezando por el nombre, creo que recoge dos ejes estratégicos para toda oficina de transferencia de tecnología:
- Por una parte, desarrollar la tecnología (technology development): los resultados de investigación, en el momento en que se patentan y/o aparecen publicados en revistas científicas, no están suficientemente maduros, ni para ser comercializados, ni para convencer a empresas licenciatarias o inversores en un proyecto emprendedor. Las oficinas de transferencia deben conocer, proponer e incluso implementar instrumentos de financiación que permitan validar y desarrollar esas tecnologías.
- Por otra parte, desarrollar el negocio (business development): los resultados de investigación no se venden «solos», hay que conocer el mercado, hay que salir a vender y mantener relaciones estables y basadas en la confianza con empresas e inversores, que son al fin y al cabo los clientes de las oficinas de transferencia y los compradores de los resultados de investigación.
El CRG ha publicado además un vídeo que explica de manera divulgativa cuáles son su misión y sus funciones y complementa bien la definición clásica de la transferencia de tecnología. De hecho, su estilo es narrativa y visualmente muy similar al del vídeo de la Association of University Technology Managers (AUTM) que vimos anteriormente en el blog.
El equipo de transferencia del CRG destaca el objetivo último de convertir las ideas en valor para la sociedad, de tal manera que los resultados de la investigación contribuyan a un mayor desarrollo económico y social, incide en la necesidad de un trabajo multidisciplinar y en consecuencia de la colaboración entre diferentes actores, y maneja conceptos interesantes: como la definición de estrategias de comercialización (commercialization pathways) y, sobre todo, la validación de la tecnología mediante experimentos y pruebas de concepto específicas.
Conclusión
Pasar de transferir tecnología a desarrollar negocio supone un cambio sin duda profundo tanto en el planteamiento como en la manera de trabajar de las oficinas de transferencia. Empezar a hablar de desarrollo de negocio es un buen primer paso que pone al cliente, interno o externo, en el centro de la actividad de las oficinas de transferencia.
No obstante, su implementación dista de ser sencilla. En primer lugar, se enfrenta a la inercia organizativa de universidades y centros de investigación, e incluso de las propias oficinas y, en segundo lugar, su funcionamiento en el día a día requiere de agilidad en la gestión y toma de decisiones, de lo que dependerá en gran medida su éxito.
Éxito que, por otra parte, dista de estar asegurado. Los resultados, en todo caso, no se obtendrán hasta pasado un tiempo, y el cambio de modelo no garantiza, por sí mismo, ni un mayor retorno económico, ni un mayor número de contratos de licencia o de investigación bajo contrato.
Conceptos como colaboración, confianza, stakeholders, ecosistema están muy bien, sobre todo para el discurso público y comercial. Pero en cualquier sector, cuando hablamos de desarrollo de negocio, hablamos de vender y de volumen de ventas, términos cuyo uso en el ámbito de la investigación sigue chirriando.
Vender pasa por alinear tres elementos fundamentales: oferta, canal comercial y demanda. En otras palabras, tener un buen producto y saber hacerlo llegar a un mercado que lo demande.
La mayoría de críticas hacia la transferencia de tecnología y los cambios que hemos visto inciden, principalmente, en el canal comercial, en la manera en que se hacen llegar las tecnologías y resultados de investigación a los clientes. Sin embargo, eso no es suficiente.
Hace falta buena ciencia detrás, investigadores que traten de dar respuesta a necesidades no resueltas y sean capaces de ofrecer buenos resultados de investigación, con una aplicación validada y demandada por el mercado como bien apunta el CRG.
Sin esto difícilmente se resolverá la ecuación de la transferencia de tecnología, por más que le cambiemos el nombre.
¿Supone un cambio real hablar de desarrollo de negocio, en vez de transferencia de tecnología?
¿Es necesario cerrar (o reinventar) las oficinas de transferencia de tecnología?
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